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Es momento de cancelar una deuda

Publicado por: Loreto Moya
Categoría: noticias vip

 

Dr. Freddy Valdés

Director del Instituto Interdisciplinario del Agua, Rukako.

En un planeta finito y, por extensión, con recursos finitos, parece ser una buena idea administrar con sabiduría el patrimonio natural que nos permite habitarlo.

Sin ninguna duda, el agua es uno de aquellos elementos esenciales para la vida en la Tierra. Jacques Cousteau nos decía “olvidamos que el ciclo del agua y el de la vida son uno mismo”, esto nos invita a reflexionar sobre el milagro de la vida y la estrecha relación que ésta tiene con el agua.

Si hablamos de recursos hídricos, la superficie del planeta es 70% agua, lo que corresponde un 96,5% a agua salada y sólo un 3,5% a agua dulce. Pero hay que tener en cuenta que el 70% de esta agua se encuentra congelada, es decir, solo el 0,025% está a disposición de consumo humano.

Saliendo de la concepción antropocéntrica sobre el agua, encontramos su presencia poderosa e irremplazable en innumerables ecosistemas, permitiendo y sosteniendo la vida de todas las especies con las que compartimos la casa común.

Es por lo anterior que planteo la hipótesis de una deuda de nuestro país con el agua. El cambio climático nos ha venido a mostrar lo vulnerable que somos ante eventos como los ríos atmosféricos, las inundaciones, la desertificación y la sequía, entre otros, que cada vez serán más frecuentes y más severos. Esta nueva realidad se traduce en familias afectadas -generalmente las de menos ingresos-, daño a la infraestructura, pérdida de ingresos, y lamentablemente, en algunas ocasiones, también en pérdida de vidas. Lo anterior no es más que las consecuencias de no estar a la altura de lo requerido para afrontar los nuevos escenarios.

Esta deuda se descompone en diversas dimensiones, como son: déficit de gobernanza, brecha de infraestructura resiliente, gestión territorial, por nombrar algunas. Además, es un imperativo ético incorporar aspectos transversales como la pertinencia geográfica y cultural, las desigualdades territoriales y la perspectiva de género.

Dicho lo anterior, me quiero detener en la inversión no sólo pública, en estudios con perspectiva de I+D+i en recursos hídricos. Datos obtenidos por la Universidad de Chile señalan que sobre el 60% del Producto Interno Bruto del País está estrechamente ligado a la disponibilidad y calidad del agua. Esta situación se ve reforzada en el modelo exportador chileno, donde los principales productos que enviamos al exterior son intensivos en el uso de agua, hablamos de la gran minería, de los productos del agro, del papel y la celulosa y de la proteína de los salmones y truchas.

En contraparte, la inversión en investigación, desarrollo e innovación en el área alcanza la paupérrima cifra de un 0,0028% del PIB. Esta situación nos pone en una desventaja estratégica en el mediano y largo plazo, dado que es necesario crear y transmitir conocimiento en las distintas áreas relacionadas con los recursos hídricos; conocimientos que constituirán las garantías para el adecuado y sustentable uso del agua en sus dimensiones productivas, ecosistémicas y socioambientales.

Una arista que subyace a esta situación, y que en parte (al menos retóricamente) responde a la hipótesis, es que como sociedad podemos y, sobre todo, debemos actuar sin esperar los incentivos o la creación de un “ecosistema” que promueva una nueva relación con el agua. Tanto la institucionalidad pública, como la academia, y también el sector productivo deben entender y atender la inversión en estudios y desarrollo de tecnología en recursos hídricos como parte de sus estrategias de desarrollo en el mediano y largo plazo.

No existe una excusa razonable para no comenzar a pagar esta deuda.